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martes, 9 de abril de 2013

Pieza del mes de abril: EL CALVARIO DE ALFONSO VIII


Lo habéis decidido con vuestros votos en Facebook, el Calvario de Alfonso VIII es la pieza del mes de abril. Muchas gracias por vuestro interés y participación.
A continuación os mostramos un artículo escrito por D. Vicente Malabia, Director del Museo Diocesano de Cuenca,  sobre el Calvario de Alfonso VIII. No leeréis solo una bella descripción de la obra, sino también una agridulce meditación sobre la descontextualización de una de los conjuntos escultóricos más significativo del museo, y una pregunta abierta a todos vosotros: ¿Se puede rezar en un museo? Esperamos que os guste.

"En el Obispado de Cuenca,  la más antigua representación de un Calvario, es decir, el conjunto formado por las figuras de Cristo crucificado y la Virgen María y San Juan a ambos lados, es el que se considera como donación del rey Alfonso VIII a la Catedral, fundada y erigida por su protección, en los primeros años de 1200. Ocupó durante muchos siglos su lugar en la cabecera  de la recién construida Catedral o bien en el crucero, en la nave de los Reyes,  sobre un travesaño entre los dos pilares en donde ahora se ubican los púlpitos. Después de  sucesivos  traslados, se encuentra ahora presidiendo una de las grandes salas del Museo Diocesano. La imagen de Cristo crucificado, en una inmensa cruz de roble, preside el conjunto. La figura tiene majestuosidad, el rostro expresando el triunfo glorioso sobre la muerte, con la barba rizada y dorada, los cabellos en tirabuzones que caen sobre los hombros y crucificado con cuatro clavos. La imagen transmite, de forma extremadamente bella, la unión de lo divino y lo humano de Jesucristo, muerto en la cruz y vencedor en ella. Colocada a su derecha, la Virgen Madre, levantando su mirada emocionada hacia el rostro de su Hijo,  se mantienen  en pie bajo la cruz, como expresan los versos  de la famosa endecha franciscana:
Stabat mater dolorosa,
 iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat filius.
A la izquierda, el discípulo amado, acerca la mano derecha a su rostro en señal de dolor y en la izquierda porta el libro del evangelio. Las imágenes son de madera policromada en los rostros, manos y pies descalzos. La Virgen va calzada. Excepto esas partes, el resto de las esculturas estaban recubiertas de chapas de plata de la que fueron despojadas en 1903 y vendida la plata en subasta pública para acometer las obras de restauración la Catedral tras el calamitoso derrumbe de la torre de las campanas.
El Museo Diocesano cobija estas esculturas como una de las más bellas piezas de todas cuantas custodia. Este Calvario de Alfonso VIII durante siglos, presidió el culto en la Catedral, escuchó las confiadas súplicas de cuantos ponían en él toda su esperanza, recibió el agradecido afecto de cuantos por El se vieron ayudados. Debía resultar fácil al creyente,  agobiado por sus penas o esperanzado en sus alegrías, poner su oración, su confianza en Cristo a través de estas imágenes tan veneradas. Pero,  ahora,  ¿acaso es posible  rezar ante una obra de arte en un Museo? ¿Puede el visitante del  museo pararse ante la imagen y, asaltado por su belleza, atisbar el misterio de Dios hecho hombre? ¿Puede convertirse el Museo para el visitante en espacio sagrado en el que percibir el misterio de la divinidad oculto en las obras de arte?
Quizás la apresurada visita turística acabe despojando las obras de arte sagrado del profundo misterio que las envuelve. Pero una detenida contemplación nos descubrirá el último sentido de las esculturas  que adquirieron su forma como “imagen”, como punto de apoyo sensorial para poder acceder al “otro lado”. En la “imagen” se desvela el “oculto misterio” y en su contemplación es dable la unión misteriosa  del que la contempla con el misterio mismo.
El visitante reconoce en el oro del cabello que corona la cabeza del Cristo el nimbo eterno de la luz de Dios verdadero  y en la carne de su cuerpo visible la carne mortal del hombre verdadero y, fascinado por el  misterio de la figura toda, ya puede comenzar su oración: Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
Es posible rezar en el museo. Resulta incluso fácil si contemplamos  el Calvario con los mismos ojos de fe de aquellos conquenses que por largos siglos confiaron en Cristo a través de esta  imagen, cuya contemplación desgraciadamente se ve ahora reducida a grupos de turistas curiosos que la observan con desangelada curiosidad." (Vicente Malabia)

Muchas gracias por  leernos, esperamos vuestros comentarios. Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. Para mí es la mejor pieza de todo el museo al que de vez en cuando visito.A la gran importancia histórica que tiene este conjunto se le añade la gran belleza artística que contiene.
    Muchísimas gracias.

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    1. Gracias a ti, Ras, por tu interés y sensibilidad hacia el Arte.

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